2025-12-06
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[OPINIÓN] «No, no estamos contentas en casa»

"No nos identificamos con el lema ‘quédate en casa’ o ‘yo me quedo en casa’ porque algunas ya estábamos en casa o encerradas en vidas sin sentido, explotadas, asqueadas, obligadas a producir, cuidar y limpiar sin parar; porque no admitimos ya más decisiones impuestas". Son palabras de Eli Etxeberria y Arantxa Vazquez, representantes de la Secretaría Feminista, recogidas en el siguiente artículo de opinión.

No estamos contentas, alegres, ni felices en casa, ¡no! Porque no lo hemos elegido, porque nos habéis obligado a encerrarnos en las casas, nos habéis obligado a cuidar, limpiar, trabajar, entretener, jugar, dar clase, prestar atención emocional, repartir afectos y neutralizar miedos… todo al mismo tiempo, mientras aparentamos que está todo bien, que todo va a salir bien…

No estamos contentas encerradas en casa porque vivimos con nuestro agresor, del que no podemos huir, ni esquivar, ni evitar entre las pocas esquinas que pueden albergar cuatro paredes.

No estamos felices, ni cultivando nuestra creatividad y paz interior porque nuestra casa es una habitación que compartimos con más personas, porque no tenemos intimidad, porque no tenemos casa, porque no tenemos luz, porque no nos llega el dinero para pagar el alquiler, las facturas y la comida…

Estamos enfadadas por este encierro impuesto porque no entendemos qué hacemos delante de un ordenador, con una criatura en brazos mientras ponemos la olla al fuego y desinfectamos los baños. Porque nos habéis echado del trabajo, expulsándonos a nuestras casas sin poder protestar más allá de salir a la ventana. Porque desde la ventana el mundo que vemos no nos gusta. Porque desde esa ventana no respiramos aire y libertad sino represión y control. Porque desde esa ventana vemos cuerpos policiales paseándose y parando arbitrariamente a quien les da la gana, registrando las bolsas de la compra, haciendo preguntas humillantes, en actitud chulesca, agrediendo, abusando, insultando… porque habéis privatizado las calles, las plazas y los pueblos arrancándonos nuestros espacios de libertad, de encuentro y de solidaridad.

Estamos hartas de lemas que apelan a nuestra responsabilidad individual en la contención de una pandemia incontenible. Estamos indignadas de que estas medidas tan estrictas se hayan tomado sin tenernos en cuenta… tratándonos simplemente como a seres sin inteligencia, sin capacidad de pensar, como si fuéramos, por naturaleza, irresponsables. Ya sabemos actuar con responsabilidad sin necesidad de que nos mandéis al ejercito.

Estamos furiosas de estar obligadas a mantenernos en casa mientras miles de personas se ven obligadas a desplazarse a los sagrados recintos de la producción capitalista que son las fábricas –espacios, en realidad, de explotación y muerte– para ganarnos la vida, ¿qué vida? Hartas de que el mundo tenga que parar pero la producción continúe. Hartas de que nos deis órdenes de no salir o salir según os convenga.

Nos indigna profundamente que nuestros trabajos de mierda sean ahora considerados esenciales, fundamentales, imprescindibles… Y estamos esperando la patada cuando esta primera fase de crisis pase y nos permitáis salir al mundo capitalista exterior. Sabemos que nos despediréis, que nos seguiréis pagando mal y poco, que continuaremos trabajando en condiciones pésimas. Ahora nos alabáis y os acordáis de nosotras, pero no decís que además de esenciales somos, otra vez, las más precarias, porque estamos exponiendo continuamente nuestros cuerpos y vidas al contagio, evitable si tuviéramos los necesarios y adecuados equipos de protección, evitable si las medidas fueran de verdad para salvar vidas. Pero ¡no! Nos mandáis a trabajar sin ellos pero os da igual porque no somos esenciales como decís, somos reemplazables y lo sabéis. Nuestras vidas no valen igual que las del resto. Somos las limpiadoras, las cajeras, las sanitarias, las cuidadoras, las trabajadoras de hogar, las trabajadoras sexuales… esas que normalmente no veis, no saludáis, ignoráis, miráis por encima del hombro… mujeres rescatadas del ejército de desempleadas que hemos sido ahora contratadas porque otras están de baja por haberse contagiado ya.

Estamos muy enfadadas y cansadas de que nos controléis. Nuestros movimientos, nuestros horarios, dónde trabajamos, de dónde venimos, a dónde vamos, por qué salimos y a cuántos metros estamos de nuestra casa.

Cansadas de reivindicaciones estancas, de discursos individualistas, en vez de emplear toda esa energía en crear comunidad.

No nos identificamos con el lema «quédate en casa» o «yo me quedo en casa» porque algunas ya estábamos en casa o encerradas en vidas sin sentido, explotadas, asqueadas, obligadas a producir, cuidar y limpiar sin parar; porque no admitimos ya más decisiones impuestas. No aceptamos esos lemas de quedarse en casa porque nuestras vidas corren peligro, porque ocultáis deliberadamente que más del 90 % de las agresiones sexistas las vivimos en esos hogares «idílicos», esos en los que nos queréis recluir, aislar y condenar. No vamos a obedecer ciegamente, ni queremos seguir órdenes estúpidas que se empeñan en culpabilizarnos de extender un virus que colapsa sistemas sanitarios porque ese colapso es consecuencia de vuestros recortes y políticas neoliberales que nos han dejado siempre de lado, a nuestros cuerpos, a nuestras vidas… esa vida a la que a la que tanto apeláis últimamente y que tan poco os importa.

Ahora, más que nunca, organización, resistencia y rebeldía.

Que la vida en el centro no sea una consigna sino una realidad.

¡Por nosotras!
 

 

 

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